Durante los meses de verano, las áreas cercanas al Polo Norte permanecen expuestas al sol las 24 horas del día. Cuanto más próximo se esté al Polo, más días con sol de medianoche se podrán disfrutar. Esto significa que el sol no llega a esconderse nunca, simplemente va cayendo sobre el horizonte y cuando parece que va a ocultarse, se inicia de nuevo el amanecer.
Durante las noches de finales de agosto en Groenlandia, que es cuando nosotros hicimos el viaje, llegaba a oscurecer algunas pocas horas, pero aún así disfrutábamos de muchísimas horas de luz.
Salíamos a navegar por la tarde, sobre las 18.00 o las 20.00 (dependiendo de si íbamos a visitar algún pueblo o no) y continuábamos parte de la noche, normalmente hasta las 2.00 de la madrugada. En ese periodo, había un momento donde encontrábamos la mejor luz, una luz espectacular que duraba unas dos horas y que nos permitía hacer unas fotos mágicas. El cielo parecía que estaba en llamas, con unos tonos rojos muy vivos, y el hielo se veía de un blanco muy brillante. Conforme pasaban las horas y caía la noche, poco a poco todo se iba oscureciendo hasta tornarse de un azul marino muy elegante.